martes, 22 de marzo de 2016

Manco Inca (1515-1545)

El huascarista Manco Inca se alió con Pizarro para la toma del Cusco y consolidó la conquista. Luego, se dio cuenta de la calaña de los chapetones y se rebeló, iniciándose un proceso de reconquista que duró tres siglos.

¿Quién fue Manco Inca Yupanqui o Manco II?
Manco Inca, llamado también Manco II, era uno de los hijos de Huaina Cápac con la Coya imperial del Cusco. Nació, probablemente, en 1515. Fue nominado Zapa Inca pizarrista al poco tiempo de morir Túpac Huallpa (Toparpa). Su ascenso a Zapa Inca fue pactado en el encuentro que tuvo con Pizarro en Jaquijahuana. Su reconocimiento y colocación de la mascapaycha se produjo en el Cusco. Fiel a los términos del compromiso adquirido, al principio colaboró en todo con Pizarro. Llegó a ayudarlo en la guerra contra las tropas rebeldes del general Quízquiz, hasta alejarlo de Huánuco y situarlo a merced de los españoles y huascaristas en las tierras norteñas. Pero la armonía entre Francisco Pizarro y Manco Inca duró muy poco. No por culpa de él sino de los chapetones, hasta que llegó Hernando Pizarro de España y lo puso en libertad en febrero de 1536; pero sin que pueda salir del Cusco.


Su huida a Calca
Harto de esa situación, tramó un engaño. “Como prueba de gratitud”-dice-, le regaló a Hernando Pizarro una vajilla de oro, algunas estatuas de oro, aríbalos llenos de oro en polvo y vigas de plata del Coricancha. Cuando observó que la ambición del conquistador iba creciendo, le dijo a Hernando Pizarro que iba a traerle la estatua de Huaina Cápac, “toda de oro, incluso las tripas”. El ambicioso español le creyó. Manco Inca salió del Cusco el 18 de abril de 1536 y ya no regresó. Su primer refugio fue Calca. En coordinación con el sumo sacerdote Villac Umo o Villaoma (hay duda si era título o nombre propio) llamó a sus fieles generales y curacas y armó un poderoso ejército. Tenía la ventaja que había convivido con los españoles y sabía de sus costumbres, sus “malas artes”, la potencia y manejo de sus armas, sus tácticas de guerra, el dominio de la cabalgadura y sus aperos y de su ambición desmedida por el oro y la plata.

Una vibrante proclama
Desde su refugio en Calca, Manco Inca Yupanqui lanzó la siguiente arenga: “Yo estoy determinado de no dejar cristiano en vida en toda la tierra y para esto quiero primero poner cerco en el Cusco; quien de vosotros pensare servirme, servirme en esto, ha de poner sobre tal caso la vida; beba por estos vasos y no
con otra condición”. Fueron llegando sus generales y cada uno de ellos bebió la chicha (bebida sagrada) en señal de aprobación y entrega por la causa de la reconquista. Nombró a Villaoma como jefe de su ejército y a Paucar Huaman como maestre de campo.

Manco Inca gana en las batallas de Calca y Yucay
Miles de guerreros incas se le unieron, incluso un español. Hernando Pizarro, con la conciencia de sentirse culpable de la evasión del Inca, organizó su ejército y se dirigió en su búsqueda a Calca. Las tropas de Manco Inca se enfrentaron a los españoles y los hicieron huir, persiguiéndolos hasta las cercanías del Cusco.
En el valle de Yucay vuelve a trabar lucha contra las fuerzas de Gonzalo Pizarro; pero también los derrota y los hace huir.

Se formaron dos frentes de ataque contra los conquistadores
Desde mayo de 1536, Manco Inca preparó el ataque contra los conquistadores por dos frentes: uno, a Lima; otro, al Cusco. Su objetivo era cortar las comunicaciones entre Francisco Pizarro y Hernando Pizarro. Que no haya ningún auxilio entre los ejércitos españoles de ambas ciudades. Él mismo se encargó de la ofensiva a la ciudad imperial. El príncipe Quisu Yupanqui encabezó la ofensiva a Lima. La primera ofensiva duró de mayo de 1536 a abril de 1537. Para entonces, muchos jefes y guerreros de ambas tropas imperiales habían aprendido a emplear los elementos de guerra europeos (montar a caballo, usar arcabuces, ballestas, etc.).

Las tropas de Manco Inca toman el Cusco
En el mes de mayo de 1536, Manco Inca, con el cerco al Cusco, estaba dejando para la historia lecciones de heroicidad. Estaba “dispuesto a liquidar a los barbudos o suncasapas”. Luego de una semana de luchas encarnizadas, las tropas de Manco Inca y Villaoma lograron arrinconar a los enemigos en los edificios céntricos de la ciudad y en la plaza mayor. Al verse casi derrotados, los españoles se arrodillaban, pedían misericordia. “¡Santiago! Válgame Santiago. ¡Santa María! Válgame Santa María. ¡Ayúdanos Dios!”.

Manco Inca, el nuevo Zapa Inca, aparece al lado derecho
de la lustración
Hernando Pizarro rompe el cerco
En el séptimo día, Hernando Pizarro trama una desesperada estratagema.
a). Ordena que su caballería salga por el camino a Chinchasuyu, simulando la huida. 
b). Curi Atao, Cuillas y Taype, los generales que, con sus tropas, cuidaban esa parte del cerco caen en el ardid y ordenan que les dejen pasar porque “a Castilla se van; ¡atajadlos!”. Prefieren perseguirlos en campo traviesa. Allí los caballos son más veloces. 
c). Roto el cerco,Hernando Pizarro decide dirigirse a Sacsayhuamán y tomarlo. 
d). El general Pascaq, su aliado, avisado de la estrategia de Hernando Pizarro, va en su socorro y se acerca a la fortaleza. 
e). Villaoma y Paucar ordenan a sus ejércitos replegarse a la fortaleza, porque corrían peligro de ser derrotados al pie de ella por las fuerzas combinadas de Hernando Pizarro y Pascaq.

La pelea por la fortaleza y la muerte de Juan Pizarro
La fortaleza de Sacsahuamán o Sacsayhuamán (ubicada a 3 691 m de altitud), puerta de entrada al Cusco, fue lugar de continuos combates entre ambos ejércitos. El ejército de Villaoma y Paucar trataba, por todos los medios, de defenderla; era un bastión rebelde de gran significado. Los Pizarro- Pascaq y los Huaypar e Inguill (hermanos de Manco Inca) hacían todo lo posible para ganar la fortaleza y terminar con el asedio del Cusco. En uno de esos enfrentamientos Juan Pizarro recibió una pedrada en la cabeza “[...] y desde allí a quince días murió”.

Los incas de cercadores pasan a ser cercados
La tropa indígeno-española tomó, entonces, la decisión de cercar la fortaleza. De esa manera, imposibilitaron a los rebeldes de Manco Inca el recibir apoyo, alimentos y pertrechos. Cuando dichos elementos empezaron a escasear en Sacsayhuamán, el lugarteniente del Zapa Inca consultó a su estado mayor qué hacer. La mayoría estuvo de acuerdo con retirarse; pero hubo un osado guerrero indígena que luchó hasta ofrendar su vida por la reconquista. Para Edmundo Guillén, se llamaba Titu Kusi Huallpa, “uno de los juramentados de Calca”. Para otros, es simplemente Cahuide. Pedro Pizarro narra cómo murió Cahuide: “Subiendo a uno de los españoles por dos o tres partes ganaron el cubo. Visto este orejón que se lo habían tomado por dos o tres partes el fuerte, arrojando las armas se arrojó del cubo abajo más de cien estados y así se hizo pedazos”. Muerto Cahuide, fue fácil para los españoles tomar la fortaleza de Sacsayhuamán. Dos mil guerreros incas fueron pasados a cuchillo por las sanguinarias huestes del ejército combinado indígeno-español. Los Pizarro harían quedar para la historia que fue otra hazaña suya. Lo cierto es que ese resultado adverso para los rebeldes y para la reconquista fue dirimido entre los propios incas, en un episodio más de la rivalidad tradicional de las panacas reales.

Manco Inca rechaza a Pizarro
Manco Inca, para entonces, había escogido la fortaleza de Ollantaytambo como su centro de operaciones.
Se dice que, en una operación militar muy audaz, Hernando Pizarro alistó un ejército y se propuso tomar dicho bastión rebelde. Marchó del Cusco con su caballería y 30 mil guerreros indios. Eran las tropas de los incas Huaypao e Inguill. Armó su campamento en el valle de Urubamba, muy cerca de Ollantaytambo. Un día, se atrevió a tomar por asalto la fortaleza; pero vio que Manco Inca cabalgaba un brioso corcel, disponiendo a sus tropas a repelerla agresión. Se produjo la contraofensiva del Inca, con varios disparos de arcabuces y la aparición de miles de guerreros por los parapetos de la pucara. A Hernando Pizarro no le quedó otra alternativa que ordenar el repliegue. Manco Inca ya estaba disponiéndose a atacarlos en su campamento base. Olfateando el inminente peligro y aprovechando la llegada de la noche, Hernando Pizarro dispuso el retorno al Cusco. Tan apresurada fue esa medida que los españoles dejaron abandonados los
toldos de campaña.
Manco Inca y su corte, según Felipe Guaman Poma de Ayala
Almagro y Paullu Inca dominan la situación
La secreta alianza Almagro-Paullu Inca tuvo muy pronto su expresión pública. Luego de una escaramuza, tomaron el Cusco y apresaron a los hermanos Pizarro. Manco Inca decidió alejarse de Ollantaytambo y refugiarse en Vitcos y Vilcabamba, para alistarse y reiniciar la guerra de reconquista. El 12 de julio de 1537, la alianza Almagro-Paullu Inca derrotó en Abancay a las tropas de Alonso de Alvarado. Almagro, para consolidarse en el poder, nombra a Paullu Inca como Zapa Inca. El nuevo “Zapa Inca” pierde una oportunidad histórica Manco Inca Yupanqui mandó decir, en secreto, a Paullu Inca que se le uniese para aniquilar a los españoles y restaurar el Tahuantinsuyu. Paullu Inca no aceptó. Le pidió rendirse. “Los españoles son muchos”, le dijo. Le garantizaba un “buen tratamiento” y que “podría entregarle la mascapaycha”. Ante esa inaudita respuesta, Manco Inca y su pequeño ejército se dirigieron por el valle de Amaybamba. Para cuidar su retirada, porque Almagro había ordenado al mariscal Rodrigo de Orgóñez que vaya en su persecución y lo aprese o mate, hace quemar los puentes. Pero la tropa de Orgóñez-Paullu Inca siguió avanzando. Manco Inca cruzó el puente de Chuquicara y se guareció en el palacio de Vitcos. Allí lo sorprendió el ejército indígeno-español. Manco Inca, Villaoma y sus leales apenas pudieron escaparse y esconderse en una comarca cercana.

El saqueo de Vitcos y el alejamiento de Almagro
Lo primero que hace Orgóñez es saquear Vitcos. Encuentra abundante oro y plata, donde destaca una
gran imagen del sol, hecha de oro fino. También, el cuerpo de Huaina Cápac, embalsamado, y que los incas
habían llevado allí para esconderlo de la vista de los españoles cuando llegaron al Cusco. La momia de Huaina Cápac y el Inti de oro fueron entregados a Paullu Inca en recompensa por sus servicios. Cuando Orgóñez se disponía a seguir la persecución recibe la orden de Almagro de retornar al Cusco. Tenían que ir a la Ciudad de los Reyes a culminar unas negociaciones sobre su gobernación con Francisco Pizarro. En efecto, Almagro deja el Cusco el 15 de noviembre de 1537, llevando prisionero a Hernando Pizarro.

Manco Inca se retira
Manco Inca, cuyo centro principal de resistencia ya era Vilcabamba, aprovecha esta situación y organiza varias expediciones a la zona central del Perú, entre los primeros meses de 1538. Su propósito era unificar a los curacas de la región y rehacer su ejército. Pero se encuentra con serias dificultades, aquellas que se arrastraban desde antaño y se manifestaban en un resentimiento contra los cusqueños y una adhesión actual a los españoles, sus “liberadores”. Por ejemplo, los huancas se declaran sus enemigos acérrimos. Enfrentan a varias de sus expediciones, matando a algunos de sus generales y a cientos de sus soldados. La última expedición es comandada por él mismo. Logra castigar a los huancas sacando al ídolo Huari Huillca de su templo, arrastrándolo y botándolo al río Mantaro. Pero ni con esa temeraria medida logró la colaboración de esa etnia ni de otras de la zona central del Perú. Manco Inca, desengañado, ordenó la retirada a Vilcabamba. Por eso, cuando Francisco Pizarro pasó por Hatun Jauja el 28 de julio de 1538, la zona estaba totalmente apaciguada, más anticusqueña que nunca.

Paullu Inca y un golpe de suerte
Los Pizarro-Paullu dominaron toda la zona sur. Manco Inca se había refugiado en Vilcabamba. Gonzalo Pizarro y Paullu Inca iniciaron su campaña contra el último bastión rebelde en julio de 1539. En el paso de Chuquillusca, los incas no sometidos casi los hicieron huir. Paullu Inca impidió la fuga de los españoles porque les increpó su conducta. Solamente para no ser tildados de cobardes, los pizarristas siguieron en la expedición. Cerca de Hatun Pucara iban a caer en una terrible emboscada. La suerte los acompañó una vez más, porque una piedrecilla cayó desde lo alto a las botas de Gonzalo Pizarro, alertándolo. De inmediato, Pizarro ordenó guarecerse a sus tropas, mientras enormes rocas caían desde lo alto. El paso quedó totalmente cubierto. A muy poca distancia había quedado el ejército Pizarro-Paullu, sano y salvo.

Pintura de la National Geographic donde se ilustra cómo habría sido la batalla de Sacsayhuamán
La feroz batalla en el Hatun Pucara
Terminado el susto y pasados unos días, los Pizarro-Paullu llegaron a la base del Hatun Pucara, listos para tomarla. Esa fortaleza estaba ubicada en la ribera del río Pampacona, en la cima de un barranco, a 3 leguas (16,5 km) de la ciudad de Vilcabamba. Allí se habían parapetado las fuerzas de Manco Inca. Los Pizarro-Paullu les hicieron cerco y les asediaron ferozmente. Las escaramuzas duraron unos 10 días. Se combatió en accidentada zona selvática, llena de riscos, bosques y yerbajos. Las fuerzas de Manco Inca lograron dar muerte a Huaypar e Inguill, los traidores hermanos del Inca. Pero, en un contraataque, los Pizarro-Paullu tomaron la parte alta del barranco, por encima de la fortaleza. Desde esa posición, los arcabuces, ballestas y pedradas empezaron a hacer mella en el ejército inca. La esposa del Inca, la Coya Cura Ocllo y su hermano Cusi Rimachi fueron tomados prisioneros. Manco Inca, a instancias de sus leales, se tiró al río Pampacona, lo cruzó a nado y escapó de los Pizarro-Paullu.

Muerte y premonición
Gonzalo Pizarro mandó decir a Manco Inca que le daba un plazo de 30 días para que se entregue. Pero este no respondió. Apremiado por el clima hostil de la Rupa-rupa, Gonzalo Pizarro tuvo que regresarse al valle de Yucay. En noviembre de 1539 también lo hizo Francisco Pizarro. Entre ambos hermanos acordaron chantajear a Manco Inca. Le mandaron decir que si no se entregaba, mataban “a flechazos” a su esposa y hermana la Coya Cura Ocllo, hermosa joven, hija de Huaina Cápac. Manco Inca mostró indignación ante la propuesta y la rechazó. Cura Ocllo también  respondió con valentía. Cuando los flecheros estaban frente a ella, les dijo: “¿En una mujer vengáis vuestros enojos? ¿Qué más hiciera otra mujer como yo? Dáos prisa, acabadme, porque se cumpla vuestros deseos en todo”. Pedro Pizarro, el cronista, reconoció que su tío tuvo un final trágico por haber hecho matar a esta “princesa inca”.

Los incas rebeldes jaquean a los pizarristas
Manco Inca se sobrepuso con valentía a esa tragedia. Con el convencimiento de que “muy pronto los Paullu incas se darían cuenta de la mala fe de los españoles” y se plegarían a sus huestes, organizó la guerra de guerrillas. Esa táctica consistía en atacar sorpresivamente y, luego, esconderse. Con ese sistema, tuvo en jaque a las fuerzas enemigas que se desplazaban entre San Juan de la Frontera de Huamanga y el Cusco. Illa Túpac también aplicó esa táctica en el Cápac Ñam, entre los huanucus y los caxamarcas.

Las tácticas de Manco Inca
Cuando en 1542 supo de la muerte de Francisco Pizarro, Manco Inca apoyó a Diego de Almagro “El Mozo”. Le envió caballos, armas y guerreros para que se enfrente a Vaca de Castro. Fatalmente, “El Mozo” fue derrotado en Chupas, el 16 de setiembre de 1542. Manco Inca, sin embargo, recibió a un grupo de almagristas que se refugiaron en Vitcos. Cuando se rebeló Gonzalo Pizarro contra la Corona española y se enfrentó al virrey Blasco Núñez de Vela, Manco Inca mandó decir al virrey que lo apoyaría. No hubo esa ocasión, porque Núñez de Vela fue muerto en la batalla de Añaquito.

Retrato de Manco Inca
Muerte de Manco Inca
El capitán Alonso de Toro, teniente gobernador del Cusco, con autorización de Gonzalo Pizarro, inició tratativas secretas con los almagristas de Vitcos. Les ofreció perdón y libertad si es que mataban al Inca. Los almagristas aceptan esa condición y asesinan a Manco Inca en los primeros meses del año 1545.
Según su hijo Titu Cusi Yupanqui, el asesinato de Manco Inca se habría producido de la siguiente manera: “Estaban un día con mucho regocijo jugando al herrón (nota: juego antiguo con tejo de hierro, que tenía hueco en el centro, y que se trataba de meter en un clavo hincado en el suelo) solos mi padre y ellos y yo, que entonces era muchacho, sin pensar mi padre cosa ninguna ni haber dado crédito a una india de uno de ellos, llamada Bauba, que le había dicho muchos días antes que le querían matar aquellos españoles. Sin ninguna sospecha de esto ni de otra cosa se holgaba con ellos como antes; y en este juego como dicho tengo, yendo mi padre a levantar el herrón para haber de jugar, descargaron todos sobre él con puñales y cuchillos y algunas espadas; y mi padre como se sintió herido, con mucha rabia de la muerte, procuraba defenderse de una parte y de otra; mas como era solo y ellos siete, y mi padre no tenía arma ninguna, al fin lo derrocaron al suelo con muchas heridas y lo dejaron por muerto. Y unos andes, que a la sazón llegaron y el capitán Rimachi Yupangui, les pararon luego de tal suerte, que antes que pudiesen huir mucho trecho, a unos tomaron el camino mal de su grado, derrocándolos de sus caballos abajo, y trayéndolos por fuerza para sacrificarlos. A todos los cuales dieron muy crudas muertes”. A pesar de sus mortales heridas, Manco Inca Yupanqui todavía vivió unos cuantos días más. Titu Cusi Yupanqui salió herido; pero, prontamente, se recuperó. Los 7 chapetones, luego de ser torturados, fueron ejecutados. Sus cráneos fueron puestos sobre unas picas y exhibidos durante largos años en la plaza de Vilcabamba, para escarmiento. Titu Cusi Yupanqui recuerda que en una de las últimas conversaciones que tuvo con su agonizante padre, éste le dijo: “...no consientas que entren en tu tierra, aunque más te conviden con palabras, porque sus palabras melosas me engañaron a mí y ansí harán a tí si los crees”.

FUENTE: Julio Villanueva Sotomayor
Biografias "Manco Inca"

jueves, 10 de marzo de 2016

Atahualpa Inca Yupanqui (1487-1533)

Atahualpa ya sabía que los “barbados” estaban en su territorio y que venían con el ánimo de conquista. Sin embargo, sintiéndose todavía vencedor de la guerra civil entre los incas, hijo favorito del dios Inti, se creyó invulnerable y no se preparó para enfrentarse a los españoles. Su soberbia le hizo perder al antiguo Perú la posibilidad de seguir desarrollándose con autonomía e independencia.

Tetrarquía cusqueña
Era costumbre en el Tahuantinsuyu que cuando el Zapa Inca se ausentaba del Cusco, siempre dejaba a su reemplazante. Ese encargo podía recaer en un auqui o en una junta de orejones o nobles cusqueños. Esos gobernantes temporales mantenían con el Zapa Inca, donde él estuviera, una comunicación casi diaria, gracias al servicio de los quipucamayocs y de los chasquis. Así, por ejemplo, durante las ausencias de Huaina Cápac, una tetrarquía de orejones o nobles gobernó el Cusco. Estuvo integrada por Topa Cusi Huallpa (Huáscar Inca), Hilaquita, Auqui Topa Inca y Tito Atauchi. En el séquito del Zapa Inca, siempre estuvieron sus otros hijos: Ninancuyuchi y Atahualpa.
Huáscar Inca era hijo de Huaina Cápac y de la coya Raura Ocllo. Había nacido en el Cusco y pertenecía, por descendencia materna, al linaje de Túpac Inca Yupanqui. Era más administrador que guerrero. Atahualpa Inca era también hijo de Huaina Cápac, pero este lo tuvo con la ñusta Tupa Palla. Hay cronistas que sostienen que su madre se llamó Tocto Coca. “Se llamó Toctollo”, dice Santa Cruz Pachacútec. Si hubiese sido así, su linaje descendía de Pachacútec Inca Yupanqui.


¿Quién fue la madre del intrépido?
Pero hay dudas sobre quién fue la madre de Atahualpa Inca. Veamos: 
1. Hay quienes afirman que nació en Quito (por ejemplo: Inca Garcilaso de la Vega, Antonio Vázquez de Espinoza, Pedro Pizarro, Agustín Zárate, Pedro Gutiérrez de Santa Clara y Francisco López de Gómara). 
2. Felipe Guamán Poma de Ayala afirma que nació en Chachapoyas. 
3. Marcos de Niza (según Juan de Velasco, en su Historia de Quito) dice que Huaina Cápac se había casado con la última descendiente de la etnia de los scyris (del reino de Quito). De esa unión, nació Atahualpa. Lo cierto es que Atahualpa Inca se destacó por su espíritu guerrero, ganándose la confianza de su padre y constituyéndose como su preferido. 

Sucesión, enfermedad y muerte
Sin embargo, Huaina Cápac había establecido la siguiente orden de sucesión:
1. Primera opción, su hijo Ninancuyuchi. 
2. Segunda opción, Huáscar Inca. Atahualpa Inca no estuvo en sus planes iniciales. Esa versión es sostenida por los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa, Juan Santa Cruz Pachacuti Yamqui, Bernabé Cobo, Martín de Murúa y Miguel Cabello Balboa.
Para asegurarse de su buena elección, Huaina Cápac consultó con los augures. Un villaoma partió a hacer los sacrificios de la callpa (“la fuerza o poder del alma o del cuerpo; augur”). En eso, Huaina Cápac cayó enfermo de viruela, en Quito. Ante la gravedad de la situación, una embajada especial, comandada por Cusi Topa Yupanqui, fue enviada a Tumipampa para que avise a Ninancuyuchi de la decisión de su padre para que sea el reemplazante en el trono imperial.El villaoma regresó a Quito desalentado por las “respuestas negativas” de los augures. Los enviados a Tumipampa también retornaron a Quito. Llegaron con la fatal noticia de que Ninancuyuchi había fallecido. Esos malos informes ya no pudieron ser escuchados por el Zapa Inca, porque Huaina Cápac había dejado de existir.

Huaina Cápac, el último de los grandes
incas. Murió sin determinar quien sería su heredero
La contienda política
El Tahuantinsuyu había quedado acéfalo; sin gobernante oficial, real. Ante tal situación de incertidumbre, los orejones de la corte imperial que estaban en Quito urdieron una estratagema. Decidieron llevar la momia de Huaina Cápac al Cusco, “como si estuviera vivo, para no generar mayor desconcierto”, pero Atahualpa Inca y un grupo de nobles se quedaron, sospechosamente, en Quito. En cambio, Raura Ocllo, la Coya, madre de Huáscar Inca, salió apresuradamente de Quito rumbo al Cusco para dar esa noticia a su hijo. Otra de sus intenciones era convencer a los nobles orejones para que nombren a Huáscar Inca como al nuevo Zapa Inca. Después de ella, recién la comitiva, con la momia de Huaina Cápac, llegó primero a Limatambo; luego, al Cusco. Al llegar la comitiva al “Ombligo del Mundo”, Huáscar Inca se encolerizó, porque comprobó que Atahualpa Inca no estaba en ella, confirmándose la versión de su madre. Culpó a los orejones “por no haberlo llevado”. En verdad, Atahualpa Inca había desacatado la orden dada por su hermano mayor, el auqui, de trasladarse a la capital imperial. Huáscar Inca perdió toda la confianza que le tenía a Atahualpa Inca y llegó a creer que todos los que llevaron la momia de Huaina Cápac eran cómplices de tamaña ofensa a su investidura imperial. Por eso, dispuso que matasen a todos los orejones de la comitiva venida de Quito; cosa que se cumplió en el acto. Ese castigo, para algunos cronistas, se realizó en el Cusco; para otros, en Limatambo. Los orejones a quienes Huáscar Inca había hecho ejecutar pertenecían al linaje de Pachacútec Inca Yupanqui. El principal de ellos fue Cusi Topa Yupanqui. Por lo tanto, esa medida molestó a las panacas del Hanan Cusco.

La lucha de las panacas
Atahualpa Inca se dirigió a Tumipampa, donde hizo construir varios edificios públicos imperiales, presuntamente “en homenaje a Huáscar Inca”. Pero las intrigas cortesanas en el “Ombligo del Mundo” se incrementaron. Los huascaristas veían en todos los actos de Atahualpa Inca la inminencia de una traición y los atahualpistas creían percibir en cada gesto de Huáscar Inca los deseos de una hegemonía en los beneficios del Imperio, excluyéndolo. Por supuesto, esas insinuaciones aumentaron la desconfianza y acrecentaron el mutuo resentimiento entre ambos hermanos.
Los españoles disparan a diestra y siniestra
mientras los orejones tratan de sostener el
anda del inca
En eso, para “mal de males”, Ullco Colla, el curaca de Tumipampa, envió mensajeros a Huáscar Inca haciéndole saber que Atahualpa Inca intentaba sublevarse. Huáscar Inca volvió a enfurecerse. Esta vez, culpó a su madre y hermana por haber permitido que Atahualpa Inca se quedase en el norte. Más que nunca, consideró que Atahualpa Inca era un gran peligro para su trono. Para desgracia de Huáscar Inca, Atahualpa Inca era el preferido de los militares, cuyos mandos más importantes se habían quedado con él en Quito y Tumipampa. Mensajeros especiales de Atahualpa Inca llevaron al Cusco ricos presentes para Huáscar Inca, para apaciguarlo y ganar tiempo. Pero el advertido Huáscar Inca no cayó en la trampa y los obsequios fueron menospreciados y dichos mensajeros fueron ejecutados. Dicen que sus pieles fueron secadas para convertirlas en cueros, con los que se hicieron tambores de guerra. Huáscar Inca, por burla y provocación, le hizo llegar a Atahualpa Inca prendas y joyas femeninas.

Guerra, leyenda y mitología
Con todas esas actitudes, dignas de su tiempo, la animadversión entre los hermanos aumentó. De ella se aprovecharon los generales de Atahualpa Inca y le convencieron para que haga pública su rebelión. A partir de entonces, la guerra civil se desató. Dos ejércitos entraron en campaña para pelear por la hegemonía en el Tahuantinsuyu. Cuando Atahualpa Inca estaba todavía en Tumipampa, haciendo preparativos para la contienda, cayó prisionero. “Fue apresado por los cañaris, leales a Huáscar Inca”, dicen algunos cronistas. “Fue derrotado por tropas enviadas del Cusco, por Huáscar Inca”, dicen otros cronistas. Lo cierto es que fue encerrado en un tambo real, de donde fue liberado durante la noche por sus partidarios. Se dice que una mamacuna le proporcionó una barra de cobre con la que hizo un forado en la pared y logró escabullirse sin ser notado por sus vigilantes, “que festejaban el triunfo”. Atahualpa Inca aprovechó astutamente dicho episodio, porque hizo creer que el Inti lo había transformado en amaru (serpiente) para que pueda escaparse por una rendija del tambo real. Esa leyenda se propaló por todo el Imperio y convirtió a Atahualpa Inca en un ser mítico; el “elegido por los dioses”.
Las tropas de Atahualpa Inca se reorganizaron en Quito. Con su ejército bien pertrechado, volvió a Tumipampa, tomando dicha plaza. Allí, Atahualpa Inca se vengó de los cañaris, porque destruyó la ciudad fundada por Túpac Yupanqui y convertida por Huaina Cápac en su llacta preferida. Luego, se dirigió a la costa norte, destruyendo todos los poblados hasta Tumbes. Para tomar el curacazgo de La Puná, que era partidario de Huáscar Inca y que quedaba en la isla del mismo nombre, en el golfo de Guayaquil, Atahualpa Inca reunió una respetable flota de balsas, a fin de invadirlo desde tierra firme. Avisado de las intenciones del inca, el curaca de La Puná hizo lo mismo, pero en su isla. Atahualpa Inca embarcó a su tropa hacia La Puná y el curaca de esa isla salió a su encuentro. En el mar, ambas flotillas de guerra se encontraron y se trabó un feroz combate. Atahualpa Inca fue herido en la pierna y sus tropas llevaron la peor parte y tuvieron que retirarse a tierra firme.  De allí, se trasladaron a Quito. El victorioso curaca de La Puná invadió Tumbes, la arrasó y castigó a la guarnición dejada por Atahualpa Inca, tomando centenares de prisioneros. Cuando llegó Francisco Pizarro a ese sitio, encontró a 600 cautivos atahualpistas.

Huáscar Inca no mostraba liderazgo
Entre tanto, Huáscar Inca, que había sido elegido por la nobleza cusqueña como Zapa Inca, se mostraba en el Cusco como un gobernante “pusilánime, violento, cruel y desatinado”. No logró captar la simpatía de la clase dirigente incaica ni el respeto de los generales del ejército de Huaina Cápac que se hallaban en la ciudad capital. Además, se hizo impopular porque: 
a). No asistía a los agasajos y comidas que las panacas solían hacer en la plaza principal del Cusco durante sus festividades. 
b). Apartó de su guardia personal a los integrantes de los ayllus custodios, desconfiando de ellos. En su reemplazo, un grupo especial de cañaris y chachapuyas pasaron a formar su guardia real. 
c). Amenazó con despojar a las panacas de sus haciendas y otros bienes. Pero, lo que colmó la indignación de la nobleza cusqueña fue la decisión de Huáscar Inca de enterrar las momias que cada panaca conservaba. Le oyeron decir: “En el Cusco hay más momias que vivos”.
Ese hecho era grave, porque: “Según las costumbres cusqueñas, las momias de los difuntos incas se conservaban como si estos estuviesen con vida, rodeadas de sus mujeres y servidores. Suyos eran los mejores campos de las afueras del Cusco, es así como los muertos gozaban de mayores riquezas y privilegios que los vivos. Alrededor de los cuerpos de los pasados soberanos se reunía un numeroso séquito que se sustentaba a costa de las panacas, y ocupaba la capital en recíprocas fiestas, borracheras y comilonas” (María Rostworowski).Todas esas intenciones de Huáscar Inca despertaron el rencor de los miembros de las panacas, de sus muchos servidores y paniagudos. Huáscar Inca, al notar ese rechazo, quiso pasarse del Hanan Cusco al Hurin Cusco. En cambio, Atahualpa Inca, que había pasado diez años lejos de las intrigas de la corte cusqueña, fue ganando adeptos. Además, estaba respaldado por una buena parte del ejército imperial y de los generales más experimentados y hábiles.

En la guerra civil, Huáscar Inca fue
derrotado y apresado (dibujo de Guamán Poma de Ayala)
La campaña norteña
Huáscar Inca envió, bajo órdenes del general Atoc, un numeroso ejército a Tumipampa. En esta ocasión, no era un símbolo cualquiera el que enarbolaba dicho ejército. Una hermosa estatua de oro del Inti encabezaba dicha marcha. Atahualpa Inca, desde Quito, mandó a sus tropas a órdenes de los generales Challcochima, Quízquiz, Rumiñahui y Ucamari. El primer encuentro entre ambos ejércitos se realizó en Chillopampa, triunfando las tropas de Atoc. Miguel Cabello Balboa, el cronista, dice que ese primer encuentro se realizó en Mullihambato. Según el mismo cronista, en una segunda batalla salieron victoriosas las tropas de Atahualpa Inca. Según Pedro Cieza de León, hubo solo una batalla entre los ejércitos de ambos incas. Pero es evidente que en la campaña norteña la victoria final correspondió a las tropas atahualpistas. En esta campaña murió Ullco Colla, curaca de Tumipampa. Los generales Atoc y Hango cayeron prisioneros y fueron cruelmente victimados. Según una versión, los volvieron ciegos y los abandonaron en un paraje solitario, donde murieron de hambre y sed. Según otros, murieron ante la presencia de sus enemigos. De sus pieles, se habría hecho tambores de guerra. Del cráneo de Atoc “mandó hacer Challcochima un recipiente con adornos de oro para beber chicha”, dice un cronista.

Campaña de la sierra central
El ejército huascarista -bajo el mando de los orejones Huanca Auqui, Ahuapanti, Urco Huaranca e Inca Roca- salió del Cusco con dirección al norte. El ejército atahualpista, comandado por Quízquiz y Challcochima, fue a su encuentro. Se enfrentaron ambos ejércitos en Caxabamba, saliendo derrotados los huascaristas. Huanca Auqui logró huir y reorganizó sus tropas en Cajamarca. Pero, a partir de entonces, todas las batallas de esa campaña se van a definir a favor de las tropas atahualpistas; a tal extremo que los huascaristas solo protegieron su retirada hacia el Cusco. Las más importantes de dichas batallas fueron: Cocha Huailla (Huancabamba- Huambo), Pumpu (meseta de Bombón), Jauja (valle del Mantaro) y Vilcas (Ayacucho).

Defensa de la capital imperial
Atahualpa Inca se había quedado en Cajamarca. Cuando sus victoriosas tropas ya se hallaban en Curahuasi (pasando Andahuaylillas; sureste del Cusco; provincia de Quispicanchis), Huáscar Inca multiplicó sus rogativas a las huacas. Como las respuestas siempre eran negativas, cayó en un desánimo casi total. Pero, ante la inminente invasión al “Ombligo del Mundo”, fue obligado a hacer frente a la situación.
Reorganizó su ejército. Lo dividió en tres frentes: 
A). El primero, comandado por él mismo, custodiado por nobles guerreros del Hurin Cusco, cañaris y chachapoyas.
B). El segundo, por Uampa Yupanqui, quien dirigió su ejército hacia Cotabambas, a donde habían retrocedido las tropas de Atahualpa Inca. 
C). El tercero, bajo la jefatura de Huanca Auqui, quien tenía la misión de vigilar y atacar al enemigo por sorpresa.

Requerimiento a Atahualpa Inca hecho por el
dominico Vicente Valverde, con la presencia
de Hernando de Aldana y Felipillo.
Guanacopampa
Ambos ejércitos se encontraron en Guanacopampa (distrito de Tambobamba, provincia de Cotabambas, Región Apurímac). El primer escalón huascarista que entró en batalla fue el comandado por Uampa Yupanqui. Enterado que entre los atahualpistas había muerto el general Tomay Rima y, por ese motivo, anticipándose a una victoria final, Huáscar Inca ordenó la participación de los demás escalones. En la lucha destacaron sus hermanos Tito Atauchi y Topa Atao. La batalla fue encarnizada. Duró todo el día y ninguno de los ejércitos se rindió. Al anochecer, Quízquiz y Challcochima se replegaron a una colina cercana. Huáscar Inca, al notar la hierba seca que los rodeaba, hizo que prendieran fuego. Abrasados por el incendio, murieron muchos soldados atahualpistas. Entonces, sus jefes ordenaron la retirada y cruzaron el río Cotabambas, pero Huáscar Inca cometió el error de no perseguirlos. Al día siguiente, Topa Atao fue al encuentro de Challcochima hacia una hondonada, pero Challcochima lo derrotó y lo tomó prisionero. Luego, hizo avisar a Quízquiz que tomara preso al soberano por la retaguardia. Huáscar Inca cayó en la emboscada y fue hecho prisionero. En seguida, Challcochima tomó sus andas, se subió a ella llevada por sus partidarios y, haciéndose pasar por el Zapa Inca, se dirigió a Guanacopampa, donde estaba pertrechado gran parte del ejército de Huáscar Inca.
Allí, al principio creyeron que volvía su inca victorioso. Pero el hábil general Challcochima soltó a un prisionero para que avisara que el Zapa Inca había caído en su poder. Entonces, las tropas rivales, totalmente desconcertadas, emprendieron la huida por el río Cotabambas. Cuando pasaban a la otra orilla, les cayeron las tropas de Challcochima, los derrotaron y tomaron prisionero al general Tito Atauchi.

Toma de la ciudad imperial 
El apresado Huáscar Inca, con una custodia especial, quedó en Quiuipay. Las victoriosas tropas atahualpistas avanzaron hacia el Cusco. Arribaron a Yavira, muy cerca de la ciudad-capital, para descansar y recibir órdenes de Atahualpa Inca, el usurpador Zapa Inca. Informados de dichos sucesos, llegaron a Yavira los personajes más importantes de la nobleza cusqueña, para rendir homenaje a Atahualpa Inca, quien era representado por una estatua; su doble o huauque, llamado Ticsi Cápac. Challcochima ordenó un castigo ejemplar contra el general huascarista Huanca Auqui y los villaomas Apo Challco Yupanqui y Rupaca, culpados por haber entregado la mascapaycha a Huáscar Inca. Luego, los atahualpistas tomaron el Cusco sin ningún otro contratiempo. Enaltecido por la victoria final, Atahualpa Inca envió a Cusi Yupanqui al Cusco con poderes especiales, principalmente para castigar a los partidarios de Huáscar Inca. Una disposición precisa quedó al descubierto al poco tiempo de su llegada: aniquilar la panaca de Túpac Inca Yupanqui y el linaje de Huáscar Inca. En efecto, las mujeres, hijos y deudos de Huáscar Inca fueron ejecutados. Destruyeron el mallqui de Túpac Inca Yupanqui, quemándolo en un despoblado. Ese acto era considerado en ese tiempo como el más vil de los castigos. Luego, persiguieron y mataron a todos los integrantes de su panaca, incluyendo a sus mamaconas, yanas y demás servidumbre.

Grabado colonial sobre la muerte de Atahualpa
“Extraños y fieros barbados”
Cuando Atahualpa Inca se encontraba en Huamachuco, preparándose para viajar al Cusco, llegaron unos mensajeros enviados por los curacas de Paita y Tumbes. Le informaron al Zapa Inca que habían llegado unos “extraños personajes que habitaban unas casas flotantes y montaban unos enormes animales”. Atahualpa Inca ordenó que a Huáscar Inca lo llevasen a Cajamarca, donde él mismo también se dirigió para estar más al tanto del desplazamiento de esos barbados en tierras de “su imperio”. Francisco Pizarro y su tropa se enteraron de estas noticias estando en Tangarará, donde fundaron la ciudad de San Miguel. Pizarro calculó sus acciones y no se apresuró. Sabía que el curso de la historia estaba a su favor. Se acercaba el fin del Tahuantinsuyu. El 15 de noviembre de 1532, llegó Pizarro a la llacta de Cajamarca, mientras Atahualpa Inca lo esperaba en los Baños del Inca, a 5 km de la ciudad. Sin apearse del caballo, Pizarro ordenó a Hernando de Soto, primero, y a Hernando Pizarro, después, que fueran a invitarlo al Inca. Atahualpa Inca se mostró sereno, seguro, hasta soberbio, ante la embajada y ofreció visitarlos al día siguiente. No tomó ninguna previsión guerrera. En cambio, los españoles prepararon la emboscada. Al día siguiente, cuando ya se ocultaba el Inti, llegó la comitiva de Pizarro a Cajamarca. Atahualpa Inca, el Señor de Chincha y el Señor de Cajamarca se presentaron en relucientes andas e ingresaron a la plaza de Cajamarca. Les salió al paso el cura dominico Vicente Valverde, quien les hizo el requerimiento o sometimiento a la Corona española, lo que Atahualpa Inca rechazó enfurecido. Valverde dijo: “¡Santiago! ¡Santiago!”, el grito de guerra que Pizarro y sus huestes estaban esperando. Salieron los soldados de a caballo, los dogos, los fusileros de a pie y las cuatro culebrinas empezaron a disparar sus balas. Todo se alborotó y los acompañantes del Inca entraron en pánico y empezaron a escaparse, muriendo miles en ese intento ante la arremetida de la tropa pizarrista. Francisco Pizarro aprovechó la ocasión para tomar preso a Atahualpa Inca, con lo que la victoria fue asegurada por los conquistadores.
Días después, Atahualpa Inca, comprendiendo la ambición de los españoles, les ofreció una fabulosa cantidad de oro y plata por su libertad. Pizarro hipócritamente, aceptó el ofrecimiento. De todo el Tahuantinsuyu empezó a llegar el tesoro de los incas, uno de los más grandes que conquistador alguno haya obtenido en la historia de la humanidad. Los españoles fundieron todos los objetos artísticos de oro y se repartieron los lingotes, enviando el “quinto real” a España. En seguida, “juzgaron” a Atahualpa Inca y lo sentenciaron a ser quemado vivo. El Inca pidió clemencia, se bautizó y fue muerto con la pena del garrote. Era el 26 de julio del año 1533, fecha en que se terminó el desarrollo independiente de la cultura andina.

Pintura colonial sobre la muerte y los funerales del Inca Atahualpa
FUENTE: JUlio villanueva Sotomayor
Biografia "Atahualpa Inca Yupanqui"

jueves, 3 de marzo de 2016

Pachacutec Inca Yupanqui (1400- 1471)

Pachacútec Inca Yupanqui ha sido considerado como el gobernante más importante del Tahuantinsuyu. En realidad, él expandió el Imperio, lo organizó y dio su marco jurídico, determinando normas claras de conducta individual y social, hasta convertirlo en la expresión más avanzada entre las culturas antiguas del hemisferio sur.

Cusi Inca Yupanqui - Pachacutec
El “Alejandro Magno de América”
Según Garcilaso, al príncipe Titu Manco Cápac, su padre Inca Huiracocha le cambió el nombre por el de "Pachacútec". Acosta lo llama "Inga Yupanqui". Otros le dicen "Pachacútec Inca Yupanqui", nombre que él mismo se habría puesto, luego de deponer a su padre y su tío Urco. Se casó con la Coya Anahuarque y con ella tuvo a su heredero Inca Yupanqui. Reinó por casi 50 años y tuvo varias mujeres y muchos otros hijos, "que, con ser tantos, dicen los indios que eran pocos para hijos de tal padre". Para el historiador inglés Sir Clement Markham, Pachacútec es: “El más grande hombre que la raza aborigen de América haya producido”. 

Sus primeras acciones. 
Durante los primeros años de gobierno, Pachacútec Inca Yupanqui se dedicó a ordenar el Cusco, visitó su reino, sometió a los huancas y estuvo afincado en el Cusco durante 3 años seguidos. Por otros tres años realizó visitas a su Imperio. Luego alistó un ejército de 30 mil hombres y salió hacia el Chinchasuyu, acompañado de su hermano Cápac Yupanqui. De Villca, que era el extremo noroeste de sus dominios, pasó al curacazgo de Sausa (Xauxa), que tenía más de 30 mil habitantes y que pertenecía al reino Huanca. Su ejército, comandado por Cápac Yupanqui conquistó a los huancas pacíficamente y los redistribuyó en tres curacazgos: Sausa, Marcauillca y Llacsapallanca.

Expansión del Tahuantinsuyu
El ejército imperial de Pachacútec siguió más al norte y conquistó a los de Tarma y Pumpu (en español: Bombón). A 150 km al oriente de esos curacazgos, Cápac Yupanqui sometió a los antis, que eran tribus de la selva. Retornando a Pumpu, siguió hacia el norte. Tuvo guerra con los de Chucurpu. Murieron más de 4 mil soldados de ambas partes; pero los sometió, finalmente. Siguió a Ancara y Huaillas. De allí se regresó al Cusco, donde ya lo esperaba su hermano, el Inca.

Crónica publicada en 1737
El autor es Antonio de Herrera y aparecen 13 incas.
        
Correinado
Pachacútec se dedicó a construir las obras públicas de su imperio durante tres años, luego de los cuales retornó al Cusco y después de varios meses de estadía en el "Ombligo del Mundo", acordó con su hermano y sus consejeros emprender otra acción conquistadora por el Chinchasuyu. Para asegurar una unívoca administración y siguiendo la costumbre de sus antepasados, Pachacútec también continuó con el sistema del correinado, y lo hizo con Cápac Yupanqui, quien era "su segunda persona". Por tal motivo, una vez más delegó la conducción del ejército imperial a su “auqui”, Cápac Yupanqui, a quien hizo acompañar con su sobrino, el príncipe heredero Inca Yupanqui. Este había cumplido 16 años y había pasado hacía poco las pruebas del huaracu (pruebas de valor).

Conquistas norteñas
La formidable tropa de Pachacútec, que contaba con 50 mil hombres de guerra, partió del Cusco con todos los honores hacia el norte y llegó a Chucurpu y desde allí conquistaron pacíficamente al curacazgo de Pincu. Desde Pincu (en el actual departamento de Junín), el Inca mandó mensajeros a los curacazgos de Huaras, Piscopampa y Cunchucu (en la actual Región Áncash) para que se incorporasen a sus dominios. Pero esas naciones rebeldes se juntaron y respondieron que mantendrían su independencia, "... que el Inca se contentase con lo que había tiranizado, pues con celo de religión había usurpado el señorío de tantos curacas como había sujetado". Huaras, Piscopampa y Cunchucu se atrincheraron en sus fortalezas y en las cañadas de sus principales caminos. Cápac Yupanqui separó a su ejército en 4 divisiones de 10 mil soldados cada una. Su intención era sacarlos y rendirlos por hambre. Él y su sobrino Inca Yupanqui, con otra parte del ejército, se quedaron a prudente distancia, siempre vigilantes de los acontecimientos, para socorrer al partido que lo necesitare. Al mismo tiempo, mandó a un hermano suyo para que de los curacazgos cercanos le ayudasen en provisiones dobles de las ordinarias.
Las batallas fueron durísimas. Los ejércitos de los tres curacazgos, en competencia de valor, resistieron a los del inca sin retroceder de sus atrincheramientos y fortalezas. El Inca ensayó una táctica: a las mujeres y niños que sus tropas encontraban en los caminos o en los campos, después de darles de comer, hacerles obsequios y aleccionarlos, los enviaban donde sus esposos o parientes que estaban en los campos de batalla. Su objetivo era distraerlos y ablandarlos. Los rebeldes recibieron la táctica como si fuera un insulto y endurecieron la resistencia. Así estuvieron durante 6 meses, hasta que, por la enfermedad, la mortandad y el hambre, tuvieron que rendirse ante Cápac Yupanqui. La doble provisión que el Inca pidió a los curacas vecinos fue útil, porque ese fue el abastecimiento que les dejó a los vencidos, ya que las cosechas de ese año se perdieron. También dejó a sus funcionarios reales; eligió a los curacas de confianza; dispuso las obras que tenían que hacerse y se alistó a seguir la conquista hacia el norte.

Huamachucu: campo real
Pacahacútec ordenó que las tropas imperiales pasaran más al norte, al actual territorio de la Región La Libertad, donde conquistaron pacíficamente a los huamachucu. Como la población de esa etnia estaba dispersa y el curaca se mostró amable, mandó que los caseríos y chozas dispersas se redujesen a pueblos de calles y vecindad, hizo pregonar que el único dios era el Sol, no otros, y que "echasen en la calle las piedras pintadas que en sus casas tenían por ídolos". Para todo ello, puso a sus funcionarios reales en cada pueblo. Pasado el tiempo, Huamachucu se convirtió en una de las zonas reservadas del Tahuantinsuyu, una especie de parque nacional donde había animales raros y plantas singulares, llevados de todas partes del país; pero visitado únicamente por el Zapa Inca y su corte.

Junto a las tropas de Pachacútec se iba
difundiendo en el mundo andino el
aribalo, huaco estilo inca.
    
Los caxamarcas y su resistencia
El ejército imperial pasó a Cajamarca. Planteada la rendición por los emisarios del Inca, los curacas de los caxamarcas respondieron que preferían morir por defender su libertad. Luego, los caxamarcas se atrincheraron en los "pasos fuertes", donde se produjeron enconadas peleas, y murieron miles de soldados, de ambos bandos. Lo mismo ocurrió en las batallas a campo abierto. Pero el poder de los incas obligó a los caxamarcas a atrincherarse en fortalezas, riscos y peñas, desde donde salían para hacer una especie de guerra de guerrillas (atacaban y corrían a esconderse). Ese asedio duró unos cuatro meses, hasta que la táctica de ablandamiento de los incas dio resultado y los caxamarcas se rindieron; entonces, el curaca admitió el dominio del inca, quien decretó la paz y el apoyo.

Pachacámac
Por el tratado entre incas y cuismancus
se logró, entre otras cosas, la unión de
los dioses más poderosos del Ande:
Inti y Pachacámac
Hecho el descanso, dadas las disposiciones correspondientes a los curacas y funcionarios reales y recibido un nuevo reabastecimiento de las tropas, Pachacútec ordenó a Cápac Yupanqui que pase a la costa central del Chinchasuyu, donde estaba el reino de Cuismancu y que se extendía por los valles de Pachacámac, Rímac, Chancay y Huaman. Al escuchar los apercibimientos del Inca, el rey de Cuismancu le mandó decir que sus dioses Pachacámac ("hacedor y sustentador del mundo"), Rímac ("el que habla") y Mamacocha ("madre-mar"): "... eran superiores al Inti, por lo que se consideraba tan rey como el del Cozco". Como los incas también reconocían a Pachacámac como dios, a pesar de no conocerlo, porque su fama venía desde antes, Cápac Yupanqui reiteró su petición de un sometimiento pacífico. Cuismancu tardó varios días en dar una respuesta, hasta que la paz fue acordada bajo las siguientes condiciones:
1. Que los cuismancu aceptaban al Sol como su dios en tanto que los incas seguirían creyendo en Pachacámac. 
2. Que en el templo de Pachacámac se construyera la casa de las Vírgenes del Sol para cuidar que se realicen los ritos ceremoniales en honor al Inti.
3. Que Cuismancu se quedaba con su reino pero como parte del imperio. Este tratado fue celebrado con parabienes y, para honrarlo ante el inca, Cápac Yupanqui fue con Cuismancu hasta el Cusco, a donde ya había llegado Pachacútec desde Rucana. "Pasado el triunfo hizo el Inca mercedes a Cuismancu y lo envió a su tierra lleno de favores y honra".

Cae un imperio
Después de seis años, Pachacútec envió un ejército de 30 mil hombres bajo el mando de Inca Yupanqui y seis de sus generales, para conquistar todas las tierras de la costa, desde el Rímac hasta la altura de Cajamarca. Cuando Inca Yupanqui llegó al Rímac, los curacas de Chuquimancu y Cuismancu salieron a recibirlo con alborozo y reforzaron su ejército con otros miles de soldados y gran cantidad de pertrechos militares. Luego, pasó al valle de Huaman (Barranca) y mandó decir al rey de chimu que aceptase integrar el Tahuantinsuyu. El rey Chimu tenía sus dominios en los valles de Parmunca, Huallmi, Santa, Huanapu y Chimu; ricos y fértiles. La respuesta fue que lo esperaba con las "armas en las manos para morir en defensa de su patria, leyes y costumbres y que no quería nuevos dioses". Inca Yupanqui, entonces, se dirigió hasta Parmunca, donde ya lo esperaba el ejército contrario. Ambos ejércitos se trabaron en dura batalla, con primeros resultados a favor de Chimu. Pero el Inca Yupanqui recibió un ejército de relevo de 20 mil soldados y embistió ferozmente a las cansadas tropas de Chimu. Los curacas y los nobles del reino Chimu fueron donde su rey a pedir que se rindiese. Chimu Cápac no quería; pero viendo la realidad y habiendo recibido un cordial mensaje de Inca Yupanqui, reunió a su consejo y se acordó la rendición. 

El Zapa Inca real se dirige con su ejército a conquistar reinos, señoríos y curacazgo
Rehízo todo
1. Embelleció el Cusco, principalmente el Coricancha, que quedó enchapado con láminas de oro y piedras preciosas. 
2. Hizo ampliar los caminos reales y mandó a construir palacios, templos del sol, tambos reales para alojamiento de los nobles y el abastecimiento de su ejército y pueblos necesitados. 
3. Creó varios yachayhuasis y aumentó el número de amautas para la educación de la nobleza. 
4. Generalizó el uso del quechua como lengua oficial. 
5. Reglamentó que el trabajo sea obligatorio, para lo que creó fuentes de trabajo en todo el imperio. Tantas cosas había que hacer en ciudades y campos, que niños, adultos, viejos e inválidos también tenían ocupación. Jueces especiales perseguían la holgazanería y sancionaban a los culpables. Sin embargo, tres días al mes estaban dedicados al descanso colectivo y a las fiestas. 
6. Durante esas fiestas, se dispuso que se realicen los "catu" o ferias de productos por guamani o provincias,
para que los artesanos y campesinos puedan intercambiar sus productos. 
7. Mandó que la división del Tahuantinsuyu, mediante guamanis, sea absolutamente precisa; de tal manera que quedasen bien demarcados los límites territoriales de cada una de las provincias del imperio. Lo mismo hizo con las ciudades. "Hizo ley que cualquier provincia o ciudad tuviese término señalado que encerrase en sí los montes, pastos, bosques, ríos y lagos y las tierras de labor, las cuales cosas fuesen de aquella tal ciudad o provincia en término y jurisdicción perpetua".

Vaso ceremonial Inca con estampa de guerrero.
En cuanto a la propiedad de la tierra, las sabias decisiones que tomó Pachacútec Inca Yupanqui fueron las siguientes: 
1. En todas las circunscripciones territoriales respetó las tierras de los curacas. 
2. A las otras tierras (que ancestralmente habían pertenecido a las comunidades aldeanas o las que eran productos de la ampliación de áreas de cultivo, gracias a las irrigaciones y andenerías), las dividió en tupus, y entregó a los runas, por cada familia...
"Y que ningún gobernador ni curaca fuese osado a disminuirlas, dividir o aplicar alguna parte para sí ni para otro,... señalando sus partes para las rentas reales (nota: "tierras del Inca) y para el sol (nota: "tierras del sol")”. Dice el Inca Garcilaso de la Vega: "De aquí se averigua ser falso lo que muchos falsamente afirman: que los indios no tuvieron derecho de propiedad en sus heredades y tierras, no entendiendo que aquella división se hacía no por cuenta ni razón de las posesiones sino por el trabajo común y particular que tenían que poner en labrarlas". 
3. En las grandes circunscripciones, aprobó las herencias de los estados y señoríos conforme a la antigua costumbre de cada provincia o reino.

La familia y otras normas
Las principales disposiciones sociales que tomó Pachacútec fueron las siguientes: 
a) Todos los hijos le debían obediencia y servicio a sus padres hasta los 25 años. 
b) En caso de no haber practicado el servinacuy, nadie se casase sin permiso de los padres. 
c) En caso de haber hecho el servinacuy, y si ello resultase exitoso, podrían legalizar su matrimonio con la aprobación de los padres y legitimando a sus hijos. Tal como dice Blas Valera, Pachacútec Inca Yupanqui impuso orden y tranquilidad en el Tahuantinsuyu, mediante las siguientes leyes: 
a)."Cuando los súbditos y sus capitanes y curacas obedecen de buen ánimo al rey, entonces goza el reino de toda la paz y quietud".
b). "El que mata a sus semejantes necesario es que muera. Por lo cual los reyes antiguos, progenitores nuestros, instituyeron que cualquier homicida fuese castigado con muerte violenta. Y nos lo confirmamos de nuevo". 
c). "En ninguna manera se deben permitir ladrones. Los cuales, pudiendo ganar hacienda con honesto trabajo y poseerla con buen derecho, quieren más haberla hurtando o robando. Por lo cual es muy justo que sea ahorcado el que fuere ladrón". 
d). "Cuando los súbditos obedecen lo que pueden, sin contradicción alguna, deben los reyes y gobernadores usar con ellos de liberalidad y clemencia. Más de otra manera, de rigor y justicia, pero siempre con prudencia".
e). "Los jueces que reciben a escondidillas las dádivas de los negociantes y pleiteantes deben ser tenidos por ladrones y castigados con muerte, como tales".

Testamento y muerte
“Hijo, ya ves las muchas y grandes naciones que te dejo y sabes cuánto trabajo me han costado. Nadie alce los ojos contra ti que viva, aunque sean tus hermanos. A estos nuestros deudos te dejo por padres, para que te aconsejen. Mira por ellos y ellos te sirvan. Cuando yo sea muerto, curarás de mi cuerpo y ponerlo has de mis casas de Patallacta. Harás mi bulto de oro en la casa del Sol y en todas las provincias a mí sujetas los sacrificios solemnes, y al fin la fiesta de Purucaya, para que vaya a descansar con mi padre el Sol”.
"Pachacútec expiró en pleno apogeo imperial. Su momia fue colocada en Tococache (San Blas/ Cusco), en el templo dedicado al Trueno, que él hizo edificar [...]. Exhaló el último suspiro muy viejo, completamente canoso, pese a que los runas andinos no encanecen con facilidad. En 1471 debió de ocurrir el deceso del creador del imperio Inca, pero dejó a este bien organizado, legislado y administrado con disposiciones que duraron hasta 1533 y décadas posteriores. Planificó todo y dejó listo para que sus hijos y demás descendientes llevarán al imperio a su máximo esplendor. Los demás soberanos no harían otra cosa que seguir sus pautas. No cabe duda de que fue un hombre genial. Abarcó y dominó todas las actividades. Fue el cerebro más insigne que ha producido la América precolombina, solo comparable con Alejandro Magno, otro eximio conquistador y creador de un extraordinario imperio en el Viejo Mundo. El territorio que legó fue la base del virreinato peruano y de la república actual del Perú" (Waldemar Espinoza Soriano. Los Incas. Pp. 91-92).

Pachacútec según retrato hallado
en el convento de Copacabana
(Bolivia)
Fuente: Julio Villanueva Sotomayor
Biografía "Pachacutec Inca Yupanqui"